RESTRICCIÓN ALIMENTARIA
Detrás del control del cuerpo y del peso suele haber una necesidad más profunda de orden, seguridad o reconocimiento. Muchas personas viven la relación con la comida como una forma de regular su mundo interno: controlar lo que se ingiere se convierte en un intento de controlar lo que se siente.
Desde una perspectiva integradora, la anorexia y las conductas restrictivas pueden entenderse como expresiones de una hiperexigencia interior, donde el valor personal queda vinculado al dominio, la pureza o la perfección.
Comer, descansar o disfrutar pueden sentirse como amenazas a la sensación de orden o a la identidad construida en torno al autocontrol. Por eso, la recuperación no consiste solo en cambiar la conducta alimentaria, sino en construir la identidad, que muchas veces se ha basado en la enfermedad durante mucho tiempo.
En terapia, el trabajo pasa por ir comprendiendo qué función cumple la restricción y qué sentido tiene dentro de la historia personal.
SOBREINGESTA
Comer en exceso, con rapidez o sin disfrute consciente puede ser una forma de aliviar la tensión interna cuando no hay otros recursos disponibles.
La compulsividad alimentaria se entiende como una respuesta aprendida ante la dificultad para identificar y sostener las propias emociones. La comida ofrece una gratificación inmediata y accesible: da sensación de control en un momento en el que todo parece desbordar. Pero ese alivio es breve, y suele ir seguido de culpa, vergüenza o sensación de vacío, lo que refuerza el ciclo.
El problema no se resuelve solo con fuerza de voluntad ni con pautas alimentarias, sino comprendiendo qué función cumple la comida en la vida de la persona. Se trabaja en reconocer las señales corporales, en ampliar los recursos de regulación emocional y en explorar los momentos que preceden al impulso y las emociones que lo acompañan, para que la comida deje de ser la única vía de alivio.






